Por: Camilo Retana
Conforme se acerca la coyuntura electoral en la cual la Universidad de Costa Rica deberá elegir a su próximo rector, distintos actores de esta casa de estudios han venido discutiendo, publicaciones de prensa incluidas, acerca de las características con las que debería contar la próxima persona en ocupar ese cargo académico. Una variante de esa discusión pasa por definir la agenda de necesidades internas de la institución, con la aspiración de que esa agenda pueda orientar el voto de la comunidad universitaria. Se trata, claro está, de discusiones legítimas.
Es probable, sin embargo, que esas preocupaciones, probablemente medulares dentro del día a día de la universidad, tengan sin demasiado cuidado al resto de la ciudadanía. Un pecado de su pasado reciente que la principal institución educativa de Costa Rica debe reconocer es que mientras la actual crisis institucional se comenzó a fraguar unas décadas atrás (penetración del narcotráfico en la política, declive de la CCSS, entronizamiento de la posverdad, etc.) la institución a menudo se quedó viendo su propio ombligo. Durante algunos años, particularmente el profesorado y las autoridades de nuestra UCR actuaron con una lógica de no intervenir en la realidad nacional a menos que los tiros le apuntaran directamente. De ahí que quienes han atacado a la universidad con mala intención y mentiras encontraron en nuestro ombliguismo y endogamia un caldo de cultivo justificado para lanzar ataques las más de las veces injustificados. Por suerte, la mayoría de esas actitudes ensimismadas se han venido corrigiendo y la universidad ha vuelto poco a poco la mirada a la sociedad que es su razón de ser.
En el contexto recién descrito la pregunta quizá no es tanto qué tipo de características personales debe tener el próximo rector o cuáles deben ser sus prioridades, sino ¿cuál es el rector que el país necesita? Dado que la universidad se inscribe en un país, y este a su vez es una región, la conducción de la institución educativa más importante de Centroamérica y el Caribe no es un asunto que ataña únicamente a quienes formamos parte de la UCR. Vista así, la próxima elección resulta decisiva, puesto que en ella se juega la posibilidad de que la universidad participe, o incluso encabece, la defensa del Estado social de derecho hoy amenazado. La rectoría no es una competencia personalista de decoros o medallas individuales, sino una decisión que atañe a Costa Rica como un todo y que se inscribe en una correlación de fuerzas actualmente inclinada en favor de proyectos políticos que en realidad son solo proyectos corporativos con aires autoritarios. La UCR requiere de un liderazgo capaz de volcar la principal masa crítica con la cual cuenta el país al servicio de este.